El próximo día 12 se cumplen 89 años del nacimiento de Michael Ende, uno de los mejores escritores alemanes y autor de culto para varias generaciones.
Michael Ende nació en Garmisch-Partenkirchen, Baviera (Alemania) en 1929. Creció en un ambiente artístico marcado por la influencia de su padre, Edgar Ende, pintor surrealista muy respetado en su país. La Segunda Guerra Mundial también marcó su juventud, ya que fue llamado a filas para servir al ejército alemán al final de la contienda, en 1945. Ende, no obstante, colaboró con la organización antinazi «Frente Libre Bavariana». Tras la guerra estudió en el Teatro de Cámara de Múnich y durante un tiempo se dedicó a la interpretación.
Fue en la década de los cincuenta cuando empezó a gestarse su vocación como escritor y comenzó a escribir relatos para niños y jóvenes. En 1960 se publicó con éxito su primera obra, Jim Botón y Lucas el maquinista, a la que siguió dos años más tarde su secuela, Jim Botón y los trece salvajes. Ende abandonó Alemania y se instaló con su esposa, la actriz Ingeborg Hoffmann, en Genzano (Roma) en 1970. Allí residió hasta 1985, año en que falleció su mujer. A este periodo corresponden sus grandes obras, Momo (1974) y La historia interminable (1979), con las que cosechó importantes premios y ganó prestigio internacional. Michael Ende murió en Stuttgart (Alemania) en 1995 a causa de un cáncer de estómago.
Ende fue capaz de crear un universo propio, rico en imágenes y símbolos. Renovó el género fantástico y defendió la fantasía como creación al servicio de la realidad. Su obra, impregnada de surrealismo, implicaciones metafísicas y filosóficas, y alusiones literarias, plantea precisamente una crítica a la sociedad de consumo y reflexiona sobre el poder creador de la imaginación, el valor de los sentimientos y la importancia de las pequeñas cosas.
Si quieres más información sobre la obra y biografía de Michael Ende te aconsejamos que visites su web oficial.
Aquí tienes un fragmento de uno de sus mejores títulos: Momo (Alfaguara, 1978).
Existe una cosa muy misteriosa, pero muy cotidiana. Todo el mundo participa de ella, todo el mundo la conoce, pero muy pocos se paran a pensar en ella. Casi todos se limitan a tomarla como viene, sin hacer preguntas. Esta cosa es el tiempo.
Hay calendarios y relojes para medirlo, pero eso significa poco, porque todos sabemos que, a veces, una hora puede parecernos una eternidad, y otra, en cambio, pasa en un instante; depende de lo que hagamos durante esa hora.
Porque el tiempo es vida. Y la vida reside en el corazón.
Y nadie lo sabe tan bien, precisamente, como los hombres grises. Nadie sabía apreciar tan bien el valor de una hora, de un minuto, de un segundo de vida, incluso, como ellos. Claro que lo apreciaban a su manera, como las sanguijuelas aprecian la sangre, y así actuaban.
Ellos se habían hecho sus planes con el tiempo de los hombres. Eran planes trazados muy cuidadosamente y con gran previsión. Lo más importante era que nadie prestara atención a sus actividades. Se habían incrustado en la vida de la gran ciudad y de sus habitantes sin llamar la atención. Paso a paso, sin que nadie se diera cuenta, continuaban su invasión y tomaban posesión de los hombres.
*La imagen pertenece a Momo, obra ilustrada por el propio autor.